HACEMOS LO QUE NO NOS HACE FELICES

Hacemos las cosas porque tenemos que hacerlas, mas no porque nazcan, nos levantamos con toda la paciencia a seguir, pero con toda la rabia de tener que hacer lo que no nos gusta y no nos va a gustar, nos levantamos, pensamos, meditamos y nos pasa como la bella rana, a veces quiero no hacer nada, pero luego recordamos que tenemos mil responsabilidades al mundo y se nos pasa.

Meditamos mil veces de las características que nos rodean, de la cantidad de factores que nos persiguen mil y mil veces, de los conflictos que nos agobian, de los defectos que tenemos y que por el mismo estrés no podemos controlar y sí lo sabemos explotar.

Hacemos la mayoría de cosas por obligación, las pensamos, las analizamos, las decimos, y al final las cumplimos, tratamos de distraernos en lo que nos produce un poco de alegría, nos relaja, nos motiva, nos emociona, nos hace darle un sentido a la vida diferente, alejados de la monotonía, de la rutina, del control, de la solicitud de explicación y el mal humor.

Agobiados quedamos con la situación actual, donde vemos como el control, la monotonía, y la palabra NO, se apoderan de nosotros, manipulan la mente, alcanzan a tocar nuestra paz mental en un día de no laborar, pero sí de susurrar y seguir esperando decisiones que no sabemos si van a pasar, o si debemos parar y tomar otro camino, otro camino diferente al restringido, amargo y poco fructífero.

La sensación de poder y no poder, de hacer y no hacer, ese miedo complejo, amargo, curioso, escalofriante, negativo y con censura, ese miedo que impide tomar el riesgo, tomar la precisión, tomar la sensación, tomar la frase “Pude, pude, pude, y lo logré”.

Que el objetivo no se convierta en miedo, que el miedo sea el reloj del despertar y que el despertar sea nueva vida, nuevo mundo, nuevo ser.

Estefanía Castañeda Ruíz

Comunicadora Social y Periodista